Marbella
2004-10-10 00:56:39 UTC
Siempre he sido escéptico sobre las etiquetas masónicas. Franco decía
que Pedro Sainz Rodríguez, especializado en
literatura mística cristiana, era un masón y le llamaba el «hermano
tertuliano». «Será porque me gustan mucho las
tertulias», se cachondeaba el sabio profesor. Un tal Maurizio
Carlavilla deslizó en un libro que Don Juan, que hacía
de monaguillo en las misas de la iglesia de Estoril, era masón. La
obsesión judeo-masónica producía carcajadas en mi
generación. No he conocido a ningún masón hasta que hace unos años me
dijeron que un banquero de tristes destinos lo
era
Está claro, sin embargo, que en los siglos XVIII y XIX hubo una
permanente actividad de las sectas masónicas contra
la Iglesia Católica. En algunos países como Inglaterra y Francia, los
testimonios históricos resultan abrumadores.
Ahora, en España, tras la victoria mediática de Zapatero en las
elecciones teñidas por la sangre del 11-M, el nuevo
Gobierno ha desencadenado una persecución contra la Iglesia Católica
sin precedentes en la democracia española y que
tiene un cierto tufillo masónico, al estilo de hace dos o tres siglos.
Los matrimonios homosexuales, la adopción de
niños por los gays, el divorcio exprés, el aborto libre, la eutanasia
en ciernes, la protección absurda a otras
religiones incompatibles con los derechos humanos y nuestra
Constitución, la incesante propaganda antirreligiosa en
los medios de comunicación públicos, las campañas de descrédito contra
algunos obispos, las terminales anticatólicas
activadas en los más varios sitios, la liquidación del estudio de la
religión en las escuelas y otras muchas medidas
tienen a la jerarquía perpleja en un país de abrumadora mayoría
católica, donde el Papa moviliza a millones de
ciudadanos cuando viene a España y las manifestaciones religiosas,
sobre todo en Semana Santa y Navidad, están tan
vivas como siempre. El Gobierno socialista, en fin, medita ahora cómo
suprimir la financiación pública que recibe la
Iglesia y, sobre todo, cómo liquidar la enseñanza concertada para
escabechar a los colegios religiosos. No sabe bien
Zapatero que ni siquiera el tufillo masónico va a servir para
enmascarar tanta tropelía, tanto sectarismo contra los
católicos.
Luis Maria ANSON, . Editorial "Canela Fina" en la Razon 9/10/04.
que Pedro Sainz Rodríguez, especializado en
literatura mística cristiana, era un masón y le llamaba el «hermano
tertuliano». «Será porque me gustan mucho las
tertulias», se cachondeaba el sabio profesor. Un tal Maurizio
Carlavilla deslizó en un libro que Don Juan, que hacía
de monaguillo en las misas de la iglesia de Estoril, era masón. La
obsesión judeo-masónica producía carcajadas en mi
generación. No he conocido a ningún masón hasta que hace unos años me
dijeron que un banquero de tristes destinos lo
era
Está claro, sin embargo, que en los siglos XVIII y XIX hubo una
permanente actividad de las sectas masónicas contra
la Iglesia Católica. En algunos países como Inglaterra y Francia, los
testimonios históricos resultan abrumadores.
Ahora, en España, tras la victoria mediática de Zapatero en las
elecciones teñidas por la sangre del 11-M, el nuevo
Gobierno ha desencadenado una persecución contra la Iglesia Católica
sin precedentes en la democracia española y que
tiene un cierto tufillo masónico, al estilo de hace dos o tres siglos.
Los matrimonios homosexuales, la adopción de
niños por los gays, el divorcio exprés, el aborto libre, la eutanasia
en ciernes, la protección absurda a otras
religiones incompatibles con los derechos humanos y nuestra
Constitución, la incesante propaganda antirreligiosa en
los medios de comunicación públicos, las campañas de descrédito contra
algunos obispos, las terminales anticatólicas
activadas en los más varios sitios, la liquidación del estudio de la
religión en las escuelas y otras muchas medidas
tienen a la jerarquía perpleja en un país de abrumadora mayoría
católica, donde el Papa moviliza a millones de
ciudadanos cuando viene a España y las manifestaciones religiosas,
sobre todo en Semana Santa y Navidad, están tan
vivas como siempre. El Gobierno socialista, en fin, medita ahora cómo
suprimir la financiación pública que recibe la
Iglesia y, sobre todo, cómo liquidar la enseñanza concertada para
escabechar a los colegios religiosos. No sabe bien
Zapatero que ni siquiera el tufillo masónico va a servir para
enmascarar tanta tropelía, tanto sectarismo contra los
católicos.
Luis Maria ANSON, . Editorial "Canela Fina" en la Razon 9/10/04.